En Guatemala y en varios países de Centroamérica y América latina, muchos fabricantes de sistemas de tratamiento de aguas residuales prometen a sus clientes que un biodigestor cumple con los acuerdos gubernativos y las leyes sobre vertidos de aguas residuales tratadas.
Los rendimientos de los biodigestores aplicados a tratamientos de aguas residuales, difícilmente consiguen alcanzar el cumplimiento de las normativas actuales, en ningún país de América. Los biodigestores y en general todos los tratamientos de aguas residuales totalmente anaeróbicos (sin aporte natural o artificial de oxígeno), suelen tener porcentajes de reducciones de contaminantes orgánicos (DBO5 y DQO), inferiores al 40% y coliformes fecales, aceites y grasas, inferiores al 60%. Eso en condiciones óptimas de funcionamiento, con temperaturas medias superiores a los 30º y aplicando biodigestores dimensionados con capacidad mínima de 300 litros por habitante equivalente. Claramente, son parámetros de reducción de contaminantes, muy insuficientes como para cumplir con la legislación de cualquier país de América.
Con temperatura inferior a los 30º, el proceso anaeróbico no consigue alcanzar su nivel óptimo y su rendimiento es todavía inferior a los parámetros arriba mencionados.
Además, tienen otros importantes inconvenientes como la formación de compuestos sulfurados y malos olores, de forma que suele resultar necesario, instalar tuberías de ventilación muy altas, para mitigar, en parte, este desagradable problema. La puesta en marcha de un biodigestor es muy lenta y su máxima operatividad, difícilmente se puede conseguir entre cuatro y seis meses.
Por estos motivos desaconsejamos la instalación de biodigestores para tratamiento de aguas residuales y posterior vertido o reutilización del agua tratada.
Por otro lado, los biodigestores tienen interesantes aplicaciones para generar biogás y abonos orgánicos sólidos y líquidos, estabilizados y de buena calidad. Para estas aplicaciones se pueden alimentar con aguas residuales con elevado contenido de materia orgánica como por ejemplo las que proceden de granjas de cría de animales, lixiviados de vertederos de basura, rastros, etc…
Con el biogás producido con un biodigestor, se puede generar a su vez energía eléctrica para consumo familiar o industrial.